EL ALCE PEREGRINO

Había una vez, en los vastos bosques del norte, un joven alce llamado Bruno. Sus padres, eran una pareja de alces amorosos, que lo habían encontrado un invierno nevado, abandonado y solo. Decidieron criarlo como su propio hijo pero Bruno no sabía nada de este suceso. Desde pequeño, siempre mostró una pasión especial por caminar. Mientras los demás alces jóvenes jugaban y saltaban, él prefería explorar los senderos del bosque, olfatear los aromas de los pinos y escuchar el crujir de las hojas bajo sus pezuñas.

A medida que crecía, Bruno se aventuraba cada vez más lejos, descubriendo arroyos cristalinos, prados llenos de flores silvestres y rincones secretos del bosque que parecían sacados de un cuento de hadas.

Sus padres, orgullosos y protectores, notaron inmediatamente su curiosidad por el mundo que lo rodeaba. Bruno, algunas veces sentía que había algo diferente en él; sus patas eran más ligeras, y a veces, en sus sueños, se veía surcando los cielos.

A lo largo de su juventud, Bruno enfrentó muchos desafíos. Durante los crudos inviernos, cuando la nieve cubría el suelo y encontrar comida era difícil, Bruno nunca se detenía. Sus largas caminatas le permitían encontrar los mejores arbustos para alimentarse y las zonas más seguras para descansar. Gracias a su constancia y determinación, siempre lograba mantenerse fuerte y saludable.

Sin embargo, no todo era fácil en la vida del bosque. Un día, mientras caminaba cerca de un claro, Bruno escuchó un ruido extraño. Eran cazadores furtivos, hombres que cazaban animales ilegalmente. Con el corazón latiendo rápidamente, Bruno recordó todos los caminos y senderos que había aprendido en sus aventuras. Utilizó su conocimiento para escabullirse silenciosamente y encontrar un lugar seguro. Aquella noche, mientras observaba las estrellas que brillaban sobre él, Bruno comprendió que sus largas caminatas le habían salvado la vida. Así mismo, mientras su mirada se fijaba en el cielo estrellado, distinguió en la rama de un árbol a un búho que lo miraba con curiosidad.

“Hola, joven Bruno,” le dijo el búho. “Tienes una marca en tu frente que reconozco muy bien.”

Bruno, sorprendido, levantó más la mirada y le preguntó: “¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?”

Soy un búho, y me llamo Oscar. Y soy muy sabio por eso sé tu nombre. Todos me llaman “Óscar, el búho sabio del bosque” Y además sé más de lo que imaginas. Esa marca en tu frente es una señal. Eres Alción, hijo de renos que he conocido desde hace mucho tiempo.”

Bruno frunció el ceño, incrédulo. “Eso no puede ser. Soy un alce. Mis padres son alces.”

Óscar soltó una risa suave y gentil. “Ven conmigo, te mostraré algo” Bruno lo acompañó llegando a un pequeño estanque cercano. “Mírate en el reflejo”, le dijo Oscar.

Bruno se asomó al agua y, para su asombro, vio que no se parecía a sus padres. Sus astas eran diferentes, más finas y elegantes, y su cuerpo tenía una ligereza que nunca había notado antes. “Pero… ¿qué significa esto?” preguntó confundido.

Óscar asintió. “Tus padres biológicos te llamaban Alcim, un diminutivo de Alción, que significa Luminoso. Ellos han estado buscándote desde que te perdieron en una tormenta. Son renos, y como tú, pueden volar”.

“¿Volar?” Bruno no podía creerlo. “Eso es imposible.”

“Inténtalo,” dijo Óscar con una sonrisa. “Cierra los ojos y siente la ligereza en tus patas.”

Bruno lo hizo. Cerró los ojos, tomó una profunda respiración y, de repente, sintió un impulso poderoso. Abrió los ojos y se encontró surcando los cielos junto a Óscar. Las copas de los árboles pasaban rápidamente debajo de él mientras el viento soplaba suavemente a través de su pelaje.

Cuando finalmente aterrizó, Bruno sintió una mezcla de emoción y confusión. “Entonces, soy un reno… y puedo volar.”

“Así es,” confirmó Óscar. “Y ahora que lo sabes, puedes buscar a tus verdaderos padres. Ellos estarán muy felices de saber que estás vivo.”

Pasaron unos meses y Bruno se convirtió en un Reno adulto fuerte y sano. Conoció a una hermosa alce llamada Alena, y juntos disfrutaban caminando por el bosque, descubriendo nuevos lugares y compartiendo aventuras.

Los inviernos seguían llegando, y cada uno parecía más riguroso que el anterior. Pero Bruno y Alena siempre estaban preparados para enfrentar esos crudos inviernos. Gracias a las caminatas diarias, conocían los mejores refugios y las rutas más seguras. Incluso en las tormentas más fuertes, siempre encontraba el camino a casa.

Un día, mientras el sol se ponía y el cielo se teñía de colores anaranjados, Bruno le comentó a Alena en un claro: “Caminar nos ha llevado a lugares maravillosos”, dijo con una sonrisa. “Nos ha hecho fuertes y nos ha mantenido unidos. Nunca debemos olvidar la importancia de cada paso que damos y que hemos dado.”

Y así, Bruno y Alena siguieron caminando, explorando y disfrutando de la belleza del bosque e inspiraban a muchos otros alces a seguir sus pasos.

Mensaje Final:

Queridos niños y niñas, así como Bruno el Reno Peregrino descubrió su verdadero ser y la magia que llevaba dentro y de esa forma encontró fuerza, sabiduría y aventuras caminando, ustedes también pueden descubrir un mundo maravilloso con cada paso que den.

Caminar no solo es una forma de moverse, es una forma de explorar, aprender y crecer. ¡Así que pónganse sus zapatos más cómodos y salgan a caminar! El mundo está lleno de caminos esperando ser descubiertos, y quién sabe, quizás también descubran la magia que llevan dentro.

Esta primera parte es solo el comienzo de las andanzas de Alción. No te pierdas su siguiente aventura en donde buscará a sus padres biológicos.

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