La frase que define el título puede tener varios significados. En este texto destacaremos 4 de dichas acepciones, una de ellas es el que expusimos en el Post LECTURA-ESCRITURA-DIBUJO: CÍRCULO VIRTUOSO. Todos los individuos podemos crear una fuerza que al repetirla genera un círculo virtuoso de lectura-escritura-dibujo que propulsa a nuestro inconsciente a recuperar parte de lo que ha almacenado o reprimido la conciencia y que aquel lo expone como imágenes gráficas y mentales. Es decir, se genera un efecto de acuerdo a su esencia material, espiritual o artística, y que fluye a través de un “conducto” por donde se encauzan los diferentes elementos del conocimiento y la cultura(*). Por ese conducto llega, con un sentido, la información a la mente humana, y en el caso que nos ocupa: por medio de la lectura, y una vez procesada por la mente, fluye saliendo de ella, mediante la escritura u otro medio, como puede ser el oral, imágenes, dibujos, etc. La información que llega a nuestra mente, mediante la lectura, se forja y queda al pendiente y suspendida para poderse utilizar. Lo que la lectura procura y provee ella misma es un inmenso “arsenal” que se podrá utilizar para generar cualquier producto, como podría ser la escritura o también el dibujo.
Decíamos en ese post que estas 2 actividades, tanto la lectura como la escritura son flujos, y ambos están constituidos por palabras e imágenes. Uno de esos flujos tiene como fuente de origen la mente del individuo, es decir, emerge de ahí, y el otro flujo tiene por destino este mismo órgano, es decir, llega (confluye) a él.
(*)DEFINICIÓN DE CULTURA: A fin de puntualizar el concepto de cultura recurriremos a lo que Paul Diel expresa: “La civilización es una formación intelectual; la cultura es una formación del espíritu. La civilización es la organización del mundo exterior (vida social); la cultura es la organización del mundo interior (vida personal). La civilización tiende a satisfacer los deseos múltiples; la cultura tiende a satisfacer el deseo esencial. Diel, Paul, Psicoanálisis de la divinidad, F.C.E., México, 1974, pp. 71-72.
La segunda acepción del título la expusimos en el mismo Post LECTURA-ESCRITURA-DIBUJO: CÍRCULO VIRTUOSO y la ratificamos además en el Post OTROS MEDIOS Y DISPOSITIVOS PARA LEER Y ESCRIBIR, MIENTRAS CAMINAMOS; en ambos Posts explicamos que todo buen lector puede llegar a convertirse, tarde o temprano, en escritor. Para este punto sólo basta comentar que la gran mayoría de grandes y acérrimos lectores y reconocidos escritores así lo confirman.
La 3ª significación es la que ha expuesto Borges recurrentemente en varios de sus ensayos-relatos, argumentando que el escribir es en realidad un re-escribir lo que hemos leído. Este caso es semejante al primero; sin embargo, Borges subraya el carácter tautológico o repetitivo de los libros, advirtiendo que ya está todo escrito en el mundo literario. Es una tautología porque escribimos las mismas ideas de lo que hemos leído, cambiando formatos, modos y estilos, en función de nuestra propia y diferente perspectiva, aunque esa no sea nuestra intención consciente.
Y por último, la 4ª acepción tiene relación con la palabra hablada. Recurrentemente encontramos personas que son elocuentes; es decir, que pueden expresarse de un modo persuasivo y comprensible, y su audiencia se observa plenamente conmovida e interesada. Considero que esa elocuencia proviene, además de las capacidades del orador, de su forma vivencial (cadenciosa) y el énfasis que le imprime a su discurso. Como si cada palabra sonora que estuviera leyendo en voz alta la fuera sintiendo y degustando en su boca. El “decir” del orador elocuente es una lectura análoga al ritmo del escribir; es como si lo estuviera escribiendo al momento de estar leyendo-diciendo, llevando una cadencia y un ritmo transmitidos por la pluma con la que se escribe.
Repito: El énfasis que le transmitimos a nuestro decir, es como si lo leyéramos al ritmo que escribimos, dándole precisamente el énfasis a las palabras, como si las estuviéramos escribiendo o dándole vida a esa escritura.
No sé si usted, estimado lector, le ha pasado lo siguiente: Cuando encontramos alguna oración o frase que refrenda y sustenta el escrito que estamos realizando, la queremos citar dentro de él. Cuando la empezamos a mecanografiar entramos a una dimensión de comprensión diferente. Como si el autor de dicha locución nos la estuviera explicando más claramente, y por lo que a mí respecta, creo que ello se suscita porque al escribirla lo realizamos a un ritmo-cadencia con la que ha sido pensada y transmitida, y por eso la hace más comprensible. Al escribirla nos compenetramos exactamente a la cadencia y al énfasis del autor, con lo que nos proporciona el entendimiento de lo que el escritor quiso transmitir. Quizás algo de esto pasa con el orador elocuente.
Mientras mejor asimilemos la articulación y el funcionamiento de este binomio de lectura-escritura, mejor podremos avanzar en el desarrollo conjunto de estas actividades; las cuales están íntimamente relacionadas, aunque no seamos conscientes de ello, pues cualquiera de los 4 significados que hemos esbozado puede ser parte de nuestras inclinaciones personales.
No importa en cuál acepción nos veamos inmersos, sabemos que una conduce a la otra, pero… no nos olvidemos de realizarlo siempre caminando.
Ahora bien: ¿el porqué de caminar? Por experiencia propia, cuando camino y leo, entro en una dimensión profunda que me coloca en un espacio de absorción y en un lapso de tiempo que se detiene. Me compenetro en un estado de abstracción que la lectura empieza a acompasarse con mi caminata, con la cadencia de mis pasos (Posts futuros DISFRUTANDO NUESTRO CAMINAR MUSICAL PERCUSIVO; EL COMPÁS Y EL RITMO EN NUESTRO CAMINAR). Sólo tengo que dejarme llevar por ese compás que logro cuando camino y leo.
Lo mismo me sucede cuando camino y escribo. La cadencia de mis pasos me introduce profundamente en mi mundo de la escritura, y el tema que esté desarrollando en consonancia rítmica con mi caminar y con mi mente. Ese ritmo acompasado me absorbe completamente, creándome una armonía creativa y pierdo la noción del espacio y del tiempo.
Seguramente existe una correlación entre el número de pasos y las palabras que leo o que escribo. No lo he intentado todavía cuantificar, pero lo haré en el futuro.
Pongámonos a caminar y entremos en esa dimensión al acompasar nuestra lectura y nuestra escritura –mientras caminamos- con nuestro ritmo y compás natural, muy personal, especial y único. Nuestros pasos son trazas de escritura característicos de nuestra personalidad (Post futuro LA PERSONALIDAD DEFINIDA POR EL RITMO AL CAMINAR). Seamos caminantes que leen, ergo: escritores que caminan.