EL CAMINAR Y EL INSTINTO DE SALIR DEL LUGAR DE ORIGEN

Ya he mencionado en varios posts que el vocablo de CAMINAR se utiliza como metáfora y con diferentes derivaciones y sinónimos. Uno de ellos es el SALIR. Indudablemente que me refiero en este Post a marcharse del lugar de donde somos originarios. Es un despedirse de ese sitio (ambiente) pero que se regresará seguramente después de un tiempo indispensable y perentorio, aunque no es vital ni obligatorio. Tiene una significación bastante amplia y profunda, y así mismo, de los resultados que genera en la formación de la personalidad del individuo que así lo realiza.

El salir a caminar no sólo es un impulso físico para ejercitar el cuerpo y dar movimiento a la mente, sino que tiene relación estrecha con algo mucho más profundo del alma: salir para fortalecer la personalidad individual. Ese salir a caminar es una metáfora del inconsciente que busca el sano despertar de la personalidad del ser.

También he mencionado el aforismo siguiente en uno o dos posts anteriores, lo usaré en este como un epígrafe que define claramente una parte de lo que expondré respecto a la necesidad que manifiesta el ser humano de salir de su lugar de origen (ciudad, casa paterna, escuela) para poder desarrollarse plenamente con su propia personalidad: “El cuerpo humano se marchita cuando no busca y no encuentra la forma o la senda para CAMINAR, de igual manera le sucede a las aguas que no tienen salida y no se mueven, se transforman en un pantano” (Post futuro NO CAMINAR ES COMO CONVERTIRSE EN UN PANTANO). Se oye este pensamiento bastante fuerte, pero es mejor decirlo así que considerar que no es muy importante para el desarrollo del ser en varios aspectos.

88. LLAMARADAS LÍTICAS

Usando la palabra “caminar” de modo literal y un poco como alegoría, quisiera subrayar la importancia que tiene para todo ser humano el salir de su lugar de origen, de su casa “paterna”, de su barrio, de su cuadra, de su vecindario, de su colonia, de su pueblo o ciudad, donde han vivido –todos por lo regular- los primeros años de la vida.

Decimos en alguna ocasión y alguna época de nuestra niñez o adolescencia: “no quisiera dejar nunca a mis amigos y amigas”; no obstante, siempre nos llega el momento de dejarlos, de abandonarlos, debido a diversas razones. Lo cierto es que algunos y algunas no lo llevan a cabo y permanecen el resto de sus vidas en el mismo pueblo o en la misma ciudad, aunque no en la misma colonia ni vecindario. Nos cambiamos de casa pero seguimos bajo la tutela de nuestro grupo familiar, y no únicamente de nuestros padres, sino del resto del grupo familiar: abuelos y abuelas, tíos y tías, hermanos y hermanas, etc.

No podemos abandonar esas hermandades. Pero tampoco queremos abandonar a nuestros compañeros de juegos, de escuela, a nuestros maestros, en sí, a nadie que haya participado en la composición de nuestro ambiente social.

La salida del lugar de origen oportunamente –a cierta edad- permite desenvolverse mejor y buscar una personalidad propia. Esto no es una mera recomendación por mi parte, sino que esta es una necesidad natural del ser humano para lograr su propia personalidad y que no se vea frustrado, en su futuro inmediato, por no realizar esa salida con oportunidad. (Post Futuro EL CAMINAR Y LOS INSTINTOS). Sin embargo, buscar obtener una re-integración de la personalidad que se pierde por vivir cómodamente dentro del seno familiar, después de cierta edad: Después de haber pasado nuestra juventud, donde la injerencia de la participación de la casa paterna –los padres, la familia y los educadores- que han evitado un sano desenvolvimiento de la personalidad, es bastante complicado desde el punto de vista psíquico y conductual.

Se generan, muchas veces, vivencias en el centro paterno, durante la niñez y la adolescencia, que si no se inicia oportunamente una etapa de valerse por sí mismo, no permiten construir la propia identidad intelectual y de carácter. Ese valerse por sí mismo se logra cuando nos alejamos de nuestro lugar de origen, a una edad aceptable.

Definitivamente esta es una acción que todo ser humano –hombre y mujer- debe llevar a la práctica por sí mismo, como decisión propia y alentado por los padres. El salir de la casa paterna a determinada edad, de manera oportuna, seguramente que tendremos experiencias positivas pero también negativas, lo que reforzará nuestra posición de olvido y de negación a nuestras propias experiencias. Algo que nos podría ayudar a comprender mejor esto, es una pregunta que realizamos en el Post Futuro EL CONCEPTO DE EXPERIENCIA Y EL CAMINAR: “¿Qué correlación existe entre estos 2 escenarios, el de olvido o negación de la experiencia y las huellas que nuestros pies han dejado en los recorridos por diversos caminos o con el quedarnos guardados en la casa paterna?” Esta locución no debe entenderse que debemos abandonar a nuestros seres queridos. Por obvias razones, debemos mantenernos alejados de las necesidades e inclinaciones patológicas de viajar (Post futuro DROMOMANÍA).

Desde luego que esa salida no debe realizarse antes de cierta edad cuando el ser no puede sustentarse por sí mismo; ni después de cierta edad, donde la personalidad ya sufre distorsiones, impidiéndole su desarrollo autónomo, y la labor inconsciente que se debe llevar a efecto por medio de esta partida (evasión, ausencia), resulta lacerante para la persona que no logra hacerlo oportunamente.

La adolescencia presenta en todos los seres humanos –hombres y mujeres- ciertos ahogos que obligan al individuo a tomar diversas decisiones inconscientes; en esta edad, se dice: “las hormonas se tornan turbulentas”, y el joven (hombre o mujer) que lo experimenta no sabe ni comprende el por qué le sucede esto. Una de esas necesidades agitadas es precisamente que necesita salir del lugar de origen, cualquiera que sea la definición de origen: ambiente escolar, escenario amistoso, entorno hogareño, medio social, espacio laboral, etc., la suma de algunas de estas o todas en conjunto. La realidad es que su temperamento lo acicatea (espolea) para desarrollar su propia personalidad y el camino es ese: un distanciamiento de aquello que le dio formación y fuerza para desenvolverse desde que nació hasta esta edad –entre los 11 y 15 años. Esa separación que debe emprenderse en este período fortalecerá su desarrollo en la personalidad: Fortaleciendo tu personalidad encontrarás tu destino.

Este impulso es un instinto del ser humano, sin embargo existen otras incitaciones que impelen al individuo a realizar actos por los que trata de romper con la monotonía (Post futuro EL MANEJO ADECUADO DE LA HOLGURA EN LA DECISIÓN DE CAMINAR). Por ejemplo el IMPULSO EL VIAJAR o EL SÓLO QUERER CAMBIAR DE LUGAR yendo a cualquier otro, por el sólo hecho de irse de ese sitio donde ha permanecido largas horas o meses; MODIFICAR UN ESTILO DE CUALQUIER ACTIVIDAD, por ejemplo, el estilo que un pintor utiliza en sus obras, llega un momento que le fastidia y necesita crear con otro estilo artístico; CAMBIAR DE RITMO; MODIFICAR LAS ACTIVIDADES LABORALES, por ejemplo, si está un individuo actuando en una obra de teatro, llega el momento en que se aburre y se cansa de realizar la misma actuación y decir los mismos parlamentos; INTERRUMPIR EL EQUILIBRIO EN UN MOMENTO CUALQUIERA; ANULAR LA SIMETRIA; SE INQUIERE LA ASONANCIA, y otros más. La mayoría de estos impulsos o inclinaciones se buscan e incorporan después de estar largos períodos en una MONOTONÍA, situación muy diferente al proceso que hemos descrito, porque, aparte de ser instintivo y congénito, este es una necesidad teleológica, grabada en el inconsciente individual del ser humano, para poder desarrollar su personalidad, sin la cual no puede alcanzar sus metas en la vida, el sentido y el destino de su vida, siendo que no tiene relación directa con la monotonía.

“Fortalece tu personalidad y encontrarás el camino, cuando encuentres el camino hallarás tu destino” [o DESCUBRA Y TRANSITE SU PROPIO CAMINO, ELLO LO DIRIGIRÁ A ENCONTRAR SU DESTINO]. (Post futuro EL HOMO SOCIABILI versus HOMO SOLITARIUS).

Observemos que nos dice al respecto, un personaje de una de mis novelas “Diálogos en un lugar de La mancha” (*): “-El viaje, significa simbólicamente la necesidad intrínseca de liberarse, como la búsqueda de una experiencia iniciadora, de cambio. Es un símbolo de trascendencia. Tratar de romper con el status social que le rodea: amigos, compañeros, familia, trabajo, estudios, etc. Viajes en Peregrinación o de manera solitaria. Es un ‘salir’ con el afán de dar los primeros pasos en la vida. Búsqueda de enfrentarse con nuevas experiencias y descubrimientos, liberación, renunciación, expiación. Se genera por un estado natural de descontento con uno mismo y con el medio que nos rodea. Búsqueda de un cambio, búsqueda del conocimiento de la naturaleza de la vida y de la muerte; para conocer qué hacer con la existencia propia. Dependiendo del individuo, puede ser un viaje alrededor del mundo, salir de su pueblo o simplemente cambiarse de casa. Para trascender interiormente hacia una nueva forma de vivir y morir”.

Esto significa sencillamente de dar inicio a una vida por sí mismo, no importando si todavía se depende económicamente de los padres. Lo que no debe permitirse es depender de ellos completamente.

Parafraseando a Lincoln, respecto a nuestro tópico, diríamos: Podemos depender de lo económico, podemos depender algún tiempo, pero lo que no podemos permitirnos es depender en todos los aspectos, todo el tiempo.

Así pues: ¡caminemos!, pues cada caminata que realicemos podrá inducirnos metafórica y simbólicamente a salir de ese”lugar” que nuestro instinto nos señale.

(*) Loya Lopátegui, Carlos, Diálogos en un lugar de La mancha, EMULISA, México, 2019.

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