LA RELIGIÓN DEL CAMINO: CAMINAR COMO ACTO CRISTIANO

Por Edel C. Pinera H.

Jesús, el caminante

Redescubriendo la esencia itinerante de los primeros cristianos y su llamado a vivir el evangelio paso a paso

Origen del nombre: Los del Camino

Antes de que la palabra cristiano se popularizara, quienes seguían a Jesús eran conocidos como los del Camino. Esta expresión aparece varias veces en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se hace referencia a este grupo con respeto y a veces con temor. El término griego utilizado es odos, que significa “camino”, “sendero”, “viaje”. No era una simple etiqueta: era una descripción profunda del modo de vida que proponía Jesús.

El Camino era tanto una ruta física como una ruta espiritual. Implicaba una transformación constante, un andar hacia la verdad, una disposición para dejar lo viejo atrás y abrirse al misterio del Reino de Dios.

“Caminar es seguir el Camino”.

👣 Jesús, el caminante por excelencia

Jesús no escribió libros ni fundó edificios. Jesús caminó. Cruzó aldeas, desiertos, montañas y costas. Su ministerio fue eminentemente itinerante. Enseñó en los caminos, sanó en el trayecto, se detuvo para mirar a los ojos, escuchar y tocar. Y siempre avanzaba. Nunca se quedó demasiado tiempo en un solo lugar.

Sus discípulos, literalmente, lo siguieron. Dejaron sus redes, sus mesas de recaudación, sus casas… y caminaron con Él. La vida cristiana comenzó así: caminando. Cada paso era enseñanza, cada sendero una oportunidad para aprender, servir y ser transformado.

“Jesús no construyó templos: caminó entre la gente”.

Caminata como práctica espiritual

1. Símbolo de humildad, apertura y conexión

Caminar es lo más humano y humilde. No requiere tecnología, dinero ni títulos. Quien camina se vuelve parte del entorno. No domina la tierra, la recorre con respeto. La caminata nos iguala y nos conecta: con el otro, con uno mismo, con lo sagrado.

2. Metáfora de conversión y transformación

En la Biblia, caminar es sinónimo de cambio: “Camina delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). Caminar implica movimiento, evolución, dejar atrás lo que ya no sirve. Por eso tantos milagros suceden en el camino. Porque es ahí, en lo incierto y en lo abierto, donde el corazón se ablanda y se renueva.

“La fe no se sienta: anda”.

3. Peregrinajes: pasos hacia lo sagrado

Desde los primeros siglos, los cristianos entendieron que la fe se profundiza cuando se pone en movimiento. Nacieron los peregrinajes a lugares santos como Jerusalén, Roma, y más tarde Santiago de Compostela. (Post EL PEREGRINAR, UNA PRÁCTICA ANTIGUA; Post future PEREGRINACIÓN DISCURSIVA Y POÉTICA). No era sólo llegar: era el trayecto el que santificaba, el que enseñaba a depender de Dios, del prójimo, y del ritmo del propio cuerpo.

La contradicción moderna

Vivimos en una época sedentaria. Muchos cristianos practican su fe desde el sofá o el automóvil, alejados del sudor del camino. La espiritualidad se ha intelectualizado, institucionalizado, e incluso virtualizado. Pero… ¿no hemos perdido algo esencial en el proceso?

¿Cómo podemos comprender al Cristo que caminaba entre los olivos si no salimos nunca a caminar entre árboles? ¿Cómo podemos hablar de seguimiento si nuestros pies no se mueven?

“La fe que no camina, se estanca. Y la fe estancada se pudre”. (Post NO CAMINAR ES COMO CONVERTIRSE EN UN PANTANO)

 Llamado a la acción: volver a caminar

Este post no es una nostalgia romántica del pasado, sino un llamado urgente a los cristianos de hoy: recuperemos la caminata como acto de fe.

Camina cada día con propósito, con atención, con gratitud. Camina para orar, para pensar, para escuchar. Camina con otros, camina solo, camina con Dios. Recupera los antiguos senderos del alma y del cuerpo. Redescubre la espiritualidad del movimiento.

Porque caminar no es sólo saludable: es profundamente cristiano.

“Caminar es volver al Camino”.