JUGAR Y CAMINAR-PARTE I. NO A LA COMPETENCIA, SÍ A LA DIVERSIÓN.

Siempre podremos conjugar el caminar con el juego. Veamos cómo.

Antes que nada quisiera decir algunas palabras sobre la importancia que tiene el jugar para el ser humano.

No debemos considerar de que cualquier tipo de juego implica competir. Habrá opiniones que digan que no todos los juegos se tienen que desarrollar como una competencia; otras expondrán casos de grupos primitivos –y que todavía existen en la actualidad- que realizaban juegos sin competir; y otros más, utilizando de ejemplo a unos gatitos o perritos, argumentando que entre ellos únicamente buscan “divertirse” jugando.

El expresarlo de este modo tiene el propósito de concienciar el jugar mientras caminamos que puede conllevar una competencia consciente o inconsciente. En esta práctica de jugar al momento de caminar con las otras actividades estructuradas de leer, escribir y dibujar, deberemos evitar en lo más posible el competir.

Cuando señalo que el juego es competitivo no me refiero a que en ellos se especifique oficialmente que exista un reto entre 2 individuos o más (o 2 grupos o más), aunque un elevado porcentaje de los juegos se realicen bajo esta norma de enfrentamiento.

Una forma de competición que podemos llevar a cabo, sin crear en nuestra interioridad efectos dañinos del tipo emocional, es con nosotros mismos, pero tampoco es muy saludable; no obstante, este podría ser un modo de evitar competir con el resto de los entes y personas que componen al medio físico-social en el que estamos inmersos. Así, la única competencia que podremos librar satisfactoriamente durante toda la vida es con la misma competencia, a fin de vencerla y no seguir sus pasos, sus enseñanzas, ni sus instrucciones subconscientes.

El baile, que para unos significa jugar y para otros no –no deseo polemizar en ello-, lo he seleccionado y lo pongo de ejemplo pues todo mundo lo ha experimentado y no hay duda alguna de sus componentes; puede practicarse 1) bajo una competición; 2) como un espectáculo, o bien, 3) por el solo afán de divertirse. En los casos del tipo segundo, puede considerarse que no existe una competición expresa, puesto que no se celebra un certamen oficial, sin embargo, el o los ejecutantes deben realizar su mejor esfuerzo para que el público lo aprecie y califique adecuadamente y den su aprobación; de otra manera quizás no retengan su posición de bailarines en esa obra; conclusión, compiten por quedarse con el puesto de bailarín. En el caso tercero, puede brotar la posibilidad de que cada bailarín que participa únicamente por divertirse, compita consigo mismo.

¿Cómo se podría demostrar, que el juego en sí, y en la generalidad posiblemente, significa una competencia para el jugador? Pensemos en aquellos juegos en los cuales no se estipula una rivalidad, disputa o combate dentro de sus reglas, ni tampoco se declara oficialmente como competencia, ni existe un jurado que vaya a dar su opinión o fallo. Podríamos pensar, por ejemplo, en el juego del solitario, que se juega con cartas y se realiza exclusivamente de modo individual. El jugador que resuelve satisfactoriamente este juego, resulta satisfecho y en ciertos casos, esto puede alcanzar su alegría con euforia; es decir, que se sienta haber ganado con vanagloria, y ello correspondería a una analogía de triunfar en una competencia, que en este caso, rivaliza (es una competencia) consigo mismo.

Se podrá estar de acuerdo con esto o no, no importa ello; lo relevante es que nos demos cuenta que existe siempre la posibilidad de que en los juegos, inclusive individuales, se corre el riesgo de estar compitiendo de una manera inconsciente, lo que puede redundar en un estrés dañino.

El realizar un juego en forma individual implica varias fases en el comportamiento humano. Que alguna actividad lúdica nos resulte agradable, aceptable, aprobada, desde luego por nosotros mismos, cae en el renglón de haber dominado el juego, lo que a su vez significa haber ganado en esa experiencia lúdica. Esto significa que para nosotros mismos nos mostramos superiores. Esta iniciativa de dominar el juego responde a una necesidad de ser superior y para lograrlo debo ponerme a prueba, en tal grado que demuestre mis habilidades para ganar a los otros.

Hasta aquí sólo deseamos ganar, pero eso no es lo más importante de un juego, lo relevante es ser el número uno, el que triunfa sobre los demás y alcanza por ello, el poder.

Finalmente cualquier juego podría ser un ejemplo de este desarrollo del ser humano que busca, no divertirse, sino obtener el triunfo y la fama, para poder dominar y tener el poder sobre el resto de las personas.

El trinomio lúdico de dominar-triunfar-competir refleja los elementos fundamentales de un elevado porcentaje de tipos de juego.

Dentro de nuestro sistema WALK-RWD, propondremos -en futuros posts- diversos juegos especiales para divertirnos mientras caminamos, mismos que se conjugarán con el desarrollo de alguna de las actividades estructuradas dentro del sistema WALK-RWD (leer, escribir y dibujar). Serán juegos sencillos, pero divertidos, y todos ellos buscan intrínsecamente desarrollar alguna de esas 3 actividades.

Aunque mi filosofía de comportamiento es la de no competir –y así he diseñado la estructura de estos juegos que expondré-, la mente del ser humano está condicionada y ejercitada para encontrar mecanismos de competencia para el logro de objetivos disímbolos, en la gran mayoría de los “juegos”, aunque estos no la manifiesten abiertamente. Así que cada practicante del sistema tendrá que esforzarse para hacer caso omiso de cualquier indicio de competencia que perciba en los juegos respectivos.

Repito: En los juegos que he diseñado no se buscará, ni se tendrá como elemento sustentable la competencia; únicamente se buscará la diversión, el entretenimiento, y los objetivos específicos que se logran por medio del propio sistema WALK-RWD.

Quisiera comentar algo sobre los gatitos y los perritos, u otro tipo de cachorro de cualquier especie. Ellos verdaderamente juegan sin competir … hasta cierta edad. ¿Será que cuando empiezan a crecer inician un condicionamiento de competencia para lograr su alimentación, su sobrevivencia, la conservación y proliferación de la especie? En otras palabras ¿Únicamente los juegos de niños (muy pequeños) y los de cachorros, en general, no se manifiestan en competencia?

Hagamos pues una abstracción de nuestro condicionamiento. ¿Podremos lograr esto? Difícilmente; pero posiblemente, al tomar conciencia de ello, lo reduzcamos.

Juguemos solos. Esto sí es posible, y ello nos asegurará, en parte, la no competencia. Sin embargo, no significa que para librarnos de competir, tengamos que vivir en soledad. Lo que tenemos que lograr es asimilar (introyectar) que la competencia encierra 2 vectores principales, verdaderos e indefectibles; uno es que la energía que almacenamos (Vector A) durante esa cotidiana e inmarcesible competencia que sostenemos y sufrimos, consciente o inconscientemente, con el resto de las personas y circunstancias que experimentamos por los límites que nosotros mismos nos imponemos, nos proyecta en una dirección de progreso, a nivel personal y como parte integrante de esa gran masa -colegida- del género humano, progreso que se menciona, y no escasamente, que es un derrotero errático, poco saludable; y el otro vector (Vector B) que contiene diferente magnitud, pero sobre todo distinta dirección y sentido, nos orienta hacia un desfiladero donde encontramos indefectiblemente el estrés, la ansiedad, el desprecio, el orgullo, la soberbia, envidia, la codicia, los celos, la rivalidad, el rencor, la ambición, el resentimiento, falsedad, deslealtad, ruindad, mezquindad, y una decena más de malestares anímicos que nos evita la tranquilidad, el gusto de vivir, la diversión y en algunas ocasiones, inmolarnos a nosotros mismos.

La competencia “patente” en el juego no significa que exista una contienda declarada y establecida mediante reglas y normas, ni que un jurado vaya a emitir su fallo para designar como vencedor a uno de los jugadores contendientes. La competencia existe sin estos elementos de reglamentación, sin el procedimiento de la premiación, y sin la selección manifiesta de un ganador. Todos esos principios y elementos, aunque no sean declarados abiertamente en ciertos juegos, existen en la mente de cada individuo, por condicionamientos, al momento que se ve involucrado en un juego cualquiera. Por esos condicionamientos el ser humano, en la mayor parte de las veces y en la mayoría de las personas, se ve obligado a desarrollar riesgos extraordinarios, exponer sus mejores destrezas y habilidades, realizar excelentes cálculos, emprender cualquier actividad con su mejor valor y arrojo, hacer su mayor esfuerzo, dar lo mejor de sí mismo, como si estuviera en una competencia abierta y manifiesta.

Hagamos pues, dentro de nuestra forma no-condicionada, un esfuerzo propio para caminar y realizar aquellas actividades –incluyendo juegos sencillos- que nos diviertan y apasionen, y no nos dejemos llevar por la competencia lúdica.

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