LOS CAMINOS BLANCOS Y LA RUEDA EN LOS MAYAS-PARTE II

Los antiguos mayas construyeron una vasta y sofisticada red de caminos blancos (Post LOS ANTIGUOS MAYAS Y SUS CAMINOS BLANCOS. PARTE I), conocidos como sacbeob, que conectaban sus ciudades, centros ceremoniales, y plazas. Estos caminos, recubiertos con una capa de estuco blanco, no solo servían como rutas físicas, sino que también poseían un profundo significado espiritual. Eran reflejos terrenales del movimiento de los astros en el firmamento, una representación tangible de la conexión entre el cielo y la tierra. Los mayas, expertos astrónomos, trazaron estos caminos en alineación con trayectorias celestiales, otorgándoles un valor sagrado que iba más allá de su utilidad práctica.

Sin embargo, en medio de esta compleja red de caminos blancos, surge una pregunta intrigante: ¿por qué los mayas, que conocían el principio de la rueda, nunca la utilizaron en sus actividades cotidianas de transporte a lo largo de estos caminos? La respuesta, como hemos explorado, está profundamente enraizada en sus creencias religiosas y cosmológicas (1).

Para los mayas, el círculo y la rueda simbolizaban el Sol, la fuente de vida y energía que regía su universo. El Sol, representado como una figura circular, era un elemento central en su cosmovisión, siendo venerado como el dios principal, Itzamná, o como Kinich Ahau, el dios del Sol en su aspecto más directo. Utilizar la rueda en los caminos blancos habría sido, en cierto modo, una profanación del símbolo divino, ya que esto implicaría llevar al Sol, o su representación, en contacto directo con la tierra, donde habitaban los muertos y las fuerzas del inframundo. Este contacto simbólico con la tierra habría apagado su luz divina, reduciendo al Sol a un estado de inactividad o muerte, lo que era inconcebible para los mayas.

Los caminos blancos, por su parte, se concebían como rutas sagradas, no solo para el tránsito de los seres humanos, sino también como reflejos de los caminos de los dioses y los astros en el cielo. Al recorrer estos caminos, los mayas no solo se trasladaban físicamente, sino que también participaban en un ritual cósmico, alineándose con el movimiento de las estrellas y el Sol. La ausencia de la rueda en este contexto subraya la importancia de mantener la pureza de estos caminos, evitando la profanación del símbolo solar.

Es posible imaginar que, para los mayas, caminar por estos sacbeob era una forma de emular el movimiento de los dioses y los astros en el cielo, un acto de devoción que conectaba lo terrenal con lo celestial. La rueda, con su simbolismo solar, no tenía cabida en estos senderos sagrados, pues su uso habría desvirtuado la naturaleza divina del camino y su relación con el cosmos. De esta manera, la decisión de no utilizar la rueda en los caminos blancos no fue una limitación técnica, sino una elección consciente y profundamente religiosa, enraizada en la cosmovisión maya.

Este análisis de la relación entre los caminos blancos y la rueda en la cultura maya revela cómo la tecnología y la religión se entrelazaban en una compleja red de significados, donde cada elección estaba cargada de simbolismo y respeto hacia las fuerzas divinas que regían el universo. Los mayas, al abstenerse de utilizar la rueda, no solo preservaron sus creencias religiosas, sino que también mantuvieron la pureza y el propósito sagrado de sus caminos blancos, como rutas para el tránsito divino y humano, reflejando la ordenada danza de los astros en el firmamento.

Caminar es un acto ancestral que conecta al ser humano con la esencia misma de la vida. En un mundo donde la rueda, símbolo de movilidad y avance tecnológico, ha transformado nuestra forma de desplazarnos, es fácil olvidar la simplicidad y los beneficios de un paseo a pie. La rueda, en su forma moderna de automóvil, nos lleva rápidamente de un lugar a otro, pero a menudo a costa de nuestra salud y bienestar.

Al caminar, dejamos de lado la velocidad impersonal del vehículo y nos sumergimos en el ritmo natural de nuestro cuerpo. Cada paso es un latido que nos conecta con la tierra (Post CAMINANDO CON PROMETEO DESENCADENADO), un respiro que oxigena nuestro ser y un momento de meditación en movimiento. Caminar no solo fortalece nuestro cuerpo, sino que también despeja nuestra mente, ofreciéndonos una pausa en la vorágine diaria.

Así como los antiguos mayas recorrieron sus Caminos Blancos, siguiendo las trayectorias sagradas de los astros, nosotros también podemos encontrar en la caminata un sendero hacia la paz interior y el bienestar. Al optar por caminar, elegimos un camino de salud y serenidad, recordándonos que, a veces, el viaje más valioso es el que hacemos con nuestros propios pies.

Invito a todos a redescubrir la belleza de caminar, a disfrutar de la naturaleza, a conectarse consigo mismos y a recordar que, aunque la rueda nos lleve lejos, es el caminar lo que nos mantiene verdaderamente en contacto con la vida.

(1)Loya Lopátegui, Carlos, La Rueda en los Mayas. Explorando un misterio ancestral, EMULISA, México, 2024. Versión disponible en Amazon, Edición Kindle.

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